
LA TARARA EN ÁFRICA
Instrumentos: voces, flauta travesera, clarinete, saxo alto, saxo tenor, saxo barítono, trompeta, bombardino, mandol, piano, contrabajo, percusión y batería.
6’17”

A partir de una base de zambra gitana, surge una melodía primitiva cuyo origen se pierde en el tiempo. La Tarara se presenta con giros melódicos del norte de África, juega y se desarrolla con variaciones y matices hasta que poco a poco va descendiendo hasta un profundo solo de contrabajo.
Retoman la melodía las voces que cantan a esta Tarara, que tiene un poquito de africana y otro de gitana, cuando el djembé despierta para dar lugar a la conversación improvisada entre clarinete y voz. Letra en francés, para acabar en descarga instrumental tipo fanfarre del este pero acontecida en el norte de África.
Pintura cerámica: cuerda seca, decoración bajo y sobre cubierta.
Cuatro platos de 40cm de diámetro.
Beatriz Recuero: A propósito de la música se me ocurrió una historia que hice poema, de ahí la narré sobre cuatro platos gigantes de 40cm de diámetro. Y la historia dice así:
Una danza circular de miles de llamas
brota en torno a viejas historias,
antiguos cuentos de sultanes,
frenéticos giros danzantes.
Sol se va.
La tierra luce campos irradiantes de matices cobalto...,
aún más plateados y metalizados
por el influjo de Luna, rabiosa de brillo cegador.
La loba tararea a su cría,
la tiene pegadita a ella.
La leyenda resucita,
es hora de dormir al cachorro.
El espíritu de la valiente y bella guardiana
se transporta a través de cumbres vertiginosas, arquitecturas surrealistas y encaladas,
coronadas de colosales cúpulas de bronce.
La transparencia de su esencia se atavia con las mejores galas de seda colorada.
Flotan vaporosos los volantes sin soporte aparente y a pesar de estar muerta, despiden frenética vida.
Enredados en un amor que no pudo ser,
y todavía de alguna manera palpita.
Enredados al ritmo de las notas y recuerdos que evocan con su brisa
los músicos de Palacio.
El lobezno acurrucado,
vive el mejor espectáculo visto y
previo al sueño infantil.
Entorna los ojos.
La madre sigue observando
con sus ojos amarillo ámbar
llenos de estrellas y lágrimas.
Sabe que es su adorada zíngara
colabora en la canción de cuna.
Un manto carmesí
cubre a ambos animales.
La bailarina invisible. La gitana de alas de ángel,
desaparece, no sin antes, asegurarse
de que están plácidamente a salvo.



Técnica mixta
50 x 50 x 35cm.


Asira dejó de secar el plato que tenía en la mano cuando le llegó, desde el salón, una voz que parecía de Bertina cantando La Tarara...
"La tarara sí, la tarara no, la tarara madre que la bailo yo..."
No podría creerlo. Era una sorpresa mayúscula. Desde hacía bastantes años a Bertina no la había visto sonreír cuanto menos cantar. Dejó el plato sobre la encimera y salió precipitadamente de la cocina con una extraordinaria curiosidad reflejada en su cara. Enseguida entendió pues la voz provenía del televisor en cuya pantalla aparecía Bertina con unos sesenta años menos, guapa, alegre, cantando y bailando con gracia y salero aquella canción tan pegadiza que nunca había oído en su país.
No quiso delatar su presencia. Sin hacer ruido miró discretamente a la grabación que Bertina parecía disfrutar viéndose más joven. Observó su rostro. Había abandonado esa rigidez que da la tristeza y que desde que ella la asistía no le había abandonado nunca. Nunca supo como animarla. En los últimos días ya se dio cuenta que no tenía ningún argumento nuevo para contrarrestar la no presencia de sus hijos en su cumpleaños. Otro año más con sus ausencias presentes. Desde que se habían tenido que ir a trabajar uno a Canadá y otro a EEUU a causa de la crisis económica, cuando no les renovaron sus contratos precipitándolos al paro, no habían podido venir.
Bertina se hallaba cada vez más enferma de soledad. Nadie la visitaba, sólo ella venía a asistirla unas hora por las mañanas. Había días que incluso se quedaba más tiempo charlando con ella aunque hubiera ya cumplido con su tarea, a pesar que también la necesitaban en su casa. Tenía cuatro hijos que no podía ni debía descuidar. Había superado los años duros del inicio, cuando llegó de Marruecos sin hijos ni marido, haciendo todo tipo de trabajos, incluso por la noche. Ahora su vida se había estabilizado, tuvo la suerte de conseguir el reagrupamiento familiar, su marido tenía un buen trabajo en una ferretería y los niños crecían felices sintiéndose ya tan españoles como el resto de compañeros del colegio.
Sabía que mañana Bertina cumplía ochenta y cinco años. Estaría otro año más completamente sola y su tristeza bordearía peligrosamente la depresión. A Asira se le rompía el corazón pensando en ello. Hacía más de siete años que sus hijos no venían. Tampoco la quedaba ninguna otra familia, que ella supiese, sus hermanas habían fallecido y también, paulatinamente debido a su falta de movilidad, había ido perdiendo las amigas que aún viviesen.
Asira se sentía afortunada. Los últimos años había podido volver a Marruecos, a sus raíces, aunque allí empezaba a sentirse extraña y sin embargo sabía que en España jamás sería aceptada del todo, pero estaba resignada, era el tributo que debía pagar para conseguir una mejor vida para sus hijos.
Bertina había llegado a ser ya para ella una segunda madre. No sabía por qué pero cada vez más se sentía en la obligación de ayudarla. Se había dicho a sí misma que aunque no pudiera seguir pagándola por su trabajo no la abandonaría. Se sentía muy bien sabiendo el profundo cariño y agradecimiento que Bertina la tenía a pesar de la gran distancia cultural existente entre ambas. Bueno... ella se empezaba a sentir algo española y Bertina apreciaba mucho las comidas que le hacía. Suponía o quería suponer que esa distancia se estaba reduciendo.
Asira seguía dándole vueltas a su cabeza para encontrar el modo de paliar la tristeza de Bertina. Después de un rato, mientras volvía a escuchar La Tarara, se le iluminó el rostro. Lo había encontrado. Permaneció escuchando una y otra vez aquella canción que parecía alegrar el corazón de Bertina. La cantaba calladamente al mismo tiempo que en la grabación, pareciera estar practicando una especie de karaoke.
Al día siguiente Bertina dormitaba en su silla de ruedas frente a la ventana del salón como hacía habitualmente hasta que el sol que se colaba por ella la besaba para despertarla. En esta ocasión al abrir los ojos quedó muy sorprendida. Asira y sus cuatro hijos se hallaban sonriendo delante y comenzaron a cantar La Tarara.
Desde entonces, esa canción se escucha en África todos los veranos.

Laten los cuerpos,
ritmo, percusión,
danza, ligereza en los pies.
Juntos como juncos
extienden las manos y la frente hacia el cielo
buscando el color de la esperanza.
Lentos movimientos del cuerpo,
aleteos de brazos trazando música,
todos a una, apogeo de la fascinación,
vaivén sin prisa,
pies grabando anhelos en la tierra.
Ímpetus sin miedo,
plenitud de paraíso, renacimiento.
Suena el terco compás envolvente
para que las penas tengan ya color.
La esperanza se hace inexpugnable.
entre dos cuerpos próximos sólo cabe la música,
sólo queda la disonancia
de algún cuerpo que pierde el compás.
Hay un pacto implícito para dejar la tristeza,
para sobrevivir al vigor de las cosas.
Vuelve una y otra vez la melodía,
pasos en abanico cerrando un horizonte
que se dobla a capricho.
La furia quedó derramada por el mundo.
El frío se deja para el amanecer,
la tarde llega temprano para calentar
unos cuerpos delgados como flautas.
Sin prisas, pausadamente,
escuchando el rumor de la vida,
despertando del letargo diario,
sigue la fiesta real o soñada
con la que taponar el vacío.
Sonrisas que enmascaran pasados dolientes.
La vida no les cabe en la memoria.
Nadie es ya culpable
en estos instantes que no tienen fecha.
No miran hacia atrás, sin deseos futuros
el presente es ya la no necesidad de decir adiós.
No hay choque, ni drama.
La soledad se hace absurda.
Laten los cuerpos,
ritmo, percusión,
danza, ligereza en los pies.

LETRA
Tiene la tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles
Ay tarara loca
mueve la cintura
para los muchachos
de las aceitunas
La tarara si
la tarara no
la tarara madre
que la bailo yo
La tarara si
la tarara no
la tarara madre
que la bailo yo
Vas-y vole ma belle hirondelle
Je t’envoie dans mon pays
Lances-toi et bats de tes ailes
Lances-toi, survole et plane
Vers le pays Berbères
Qui observe la mer
Ma belle hirondelle,
fait savoir nos peines
Notre exil amer
À nos amis et à nos frères
Ve y vuela, mi hermosa golondrina,
a mi país te envío,
lánzate y bate tus alas
Lánzate, sobrevuela y planea
hacia el país Bereber,
ése, que mira al mar
Mi hermosa golondrina,
haz saber de nuestras penas,
y nuestro amargo exilio
a hermanos y amigos
La tarara si
la tarara no
la tarara madre
que la bailo yo