
TARAREANDO
Instrumentos: flauta travesera, clarinete, saxo alto, saxo tenor, saxo barítono, trompeta, trombón, piano, contrabajo, percusión, mandol, batería
2’42”

Tema que, a modo de menú degustación, sugiere las melodías de las que se compone el repertorio de Bruna Sonora para su disco Tarareando.
Trepidante sobre el ritmo de bulerías, la Tarara nos lleva en volandas hasta un 7/8 y a un 5/8, dejando a su paso aromas de Arbolé, Vito, Zorongo, Jaleo...
Óleo sobre lienzo
80X100


Una vez, en un camino, me contaron esta historia:
Es la de un peregrino que parte de su tierra: el corazón en el horizonte; también en un puño. ¡Ay! –penaba para sí– ¿volveré algún día a sentir estas amadas y puñeteras piedras fastidiándome los pies?
Para las largas y sufridas travesías, lejos de sus hermanos, de sus montañas, de sus árboles, solía nuestro peregrino acompañarse con la tonada de su madre. Le aliviaba.
Ocurrió que en una de esas jornadas del viaje como de andar sin sombra, otro que por el camino iba, la escucha y, sin que pareciera encomendarse a dios o al diablo, se inicia a tararearla con él: a su modo, en su idioma, a su ritmo.
Nuestro peregrino se incomoda: ¡Qué descaro! –protesta– ¡Es mía! Y va, como a callarle. Pero una cierta desamparada dulzura en los ojos del otro le recuerda a su hermano pequeño y se detiene un instante. Lo suficiente como para comprobar que sí que suena raro lo que el otro canta, pero que también tiene su gracia.
Arrebatado por no sé qué impulso, se anima nuestro peregrino con nueva estrofa. El otro caminante le responde en sus singulares e incomprensibles sonidos. ¡Qué divertido! –verifica nuestro andariego– ¡No siendo la canción de mi madre, lo es!
Al cabo, el desconocido viajero empieza a modular una sorprendente, enigmática, tonada. Pues va nuestro peregrino y le responde tarareándole con lo que primero que se le viene a la cabeza. El otro se detiene, calla, arruga el entrecejo… Al instante, se palmea el muslo, emite una amplia carcajada y prosigue su endiablado entonar. Nuestro andariego, por supuesto, le acompaña como puede y quiere…
Ambos están lejos, muy lejos, de sus tierras. Pero ahora, ajenas angosturas, quebradas y cerros parece no poder castigarles. El peregrino y su amigo el caminante pisan, no sé si las mismas piedras, pero sí el mismo suelo de aldea.